El contexto social y la desobediencia creativa de la juventud de los 80 y 90, donde emergió la figura de Manolo Kabezabolo, con el tiempo se fue diluyendo. El activismo de las causas perdidas, las injusticas, la solidaridad y la rebelión tomaron nuevas formas. Pero Manolo no ha renunciado a ninguno de los principios que le llevó a componer y tocar para unos amigos en la calle por primera vez; sigue fiel a su manera punk de ubicarse en el mundo las 24 horas, sigue apegado a su guitarra como único asidero vital para seguir manteniendo su furia desvaída; sigue apegado a los psiquiátricos y la enfermedad mental que le acompaña desde los 12 años y que forma parte indisoluble de su ser persona y artista, y sobre la que se ha conformado una surrealista historia apócrifa entorno a su vida y obra.

Jose Alberto Andrés Lacasta